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Arponera / octubre 2015
Don Gonzalo, no tenéis
que quejaros con furor,
que esta tragedia que veis,
y yo lloro, causa amor,
y aunque vos decir podéis,
que sois su esposo, en razón
de la amorosa pasión
los dos estaban prendados,
y en esperanza casados,
ya que no en la posesión.
Y así en un sepulcro, es bien
que sepultados estén,
y en mármol, que eterno viva
contra los tiempos, se escriba
este epitafio también.
Aquí yacen dos amantes
muertos juntos, al rigor
de los hados inconstantes,
semejantes en amor,
y en la muerte semejantes.
Porque del amor fiel
de Marsilla y de Isabel
digan lo que tantos vieron.
LOS AMANTES DE TERUEL
Rufino:
Don Juan:
Y este es el fin que tuvieron
los amantes de Teruel.
(tonta ella y tonto él)
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